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Edición revisada, 2023

DE UN ECUADOR A OTRO
Prefacio:
Claude Couffon

    DE UN ECUADOR A OTRO

    CLAUDE COUFFON

                   Rocío Durán-Barba, conocida escritora ecuatoriana, vuelve a traernos una apasionante novela con una trama sorprendente. Recientemente decía yo, en una intervención literaria, justamente esto: Ella nunca dejará de sorprendernos. Así lo demuestran sus libros tanto como sus presentaciones. –su última lectura poética en París, en enero 2007, acompañada de música andina, dejó a la concurrencia asombrada.

                   Esta es una novela de cuya evolución soy testigo. Se originó, prácticamente, a través de las interminables conversaciones en que solíamos tocar el tema de su patria y sus intelectuales; ya que a través de los años conocí a muchos. Hablábamos especialmente sobre personajes como Alfredo Gangotena y su amigo Henry Michaux, cuyo libro Ecuador le valió fama mundial y se convirtió en la imagen del país por excelencia. Desde que apareció este diario de viaje, hablar del Ecuador era hablar del libro de Michaux; y la verdad es que se trata de un texto duro que corresponde a la pluma incisiva e implacable que caracterizó al autor; de donde se explica que sea percibido, por los ecuatorianos, como denigrante.

                   El tema le interesaba tanto a Rocío que, un buen día, se dedicó a escribir una respuesta al libro de Michaux, cosa que nunca se había realizado. Cuando me entregó las primeras páginas, su ensayo en forma poética me subyugó, de modo que, enseguida empecé a traducirlo. Ya había trabajado así con otros escritores. Me causaba verdadera fascinación la pasión con la que se delineaba el trabajo. Rocío Durán-Barba no dejaba de traer, en versos, las figuras que maneja con maestría y le caracterizan: fascinantes, delirantes, increíbles e, inclusive, divertidas.

                   La fuerza del ensayo me hacía pensar que si Henry Michaux hubiera estado en vida –quien, hay que recordar, es una figura relevante de las letras francesas–, el enfrentamiento entre los dos escritores hubiese sido inolvidable. Ella lo hubiera encarado con la fuerza de su personalidad capaz de entrevistarse con personajes de gran talla –como bien ha demostrado en ciertos episodios tales como la entrevista a François Mitterrand, cuando el presidente se había transformado en un estilo de monarca francés.

                   El ensayo de Rocío en respuesta a Ecuador de Michaux fue escrito en corto tiempo y, con la misma velocidad, concluí la traducción. Por esos días, asistimos a un encuentro literario en Lyon, y de vuelta, tomamos, juntos, un tren hacia París. Yo estaba trabajando en una Antología de poesía mexicana; y Rocío daba, supuestamente, la última lectura a su ensayo. Fue en ese viaje, cuando, de pronto vi que ella se dedicó a escribir, prácticamente, sin respirar. «Escritora…», me dije. «En qué proyecto se encontrará». El viaje era largo y me ganó el sueño. Al abrir los ojos, luego de algunas horas, descubrí que ella continuaba escribiendo. «¿Qué haces?», le pregunté. «¿Un nuevo libro?» A lo que me contestó: «Sabes que estoy hablando con Michaux». «Vaya, vaya», le dije, «así debe ser». Ya había vivido escenas parecidas con otros escritores. Recuerdo, por ejemplo, cuando estaba haciendo la traducción de una novela de Miguel Ángel Asturias, un día abrió la puerta de su apartamento y, antes de saludar, me dijo: «¡Claude! Sabes que fulano (el personaje de la novela que estaba escribiendo) que había muerto ayer, pues no murió, ha pasado esta noche conmigo ¡está de vuelta!» De modo que el hecho de que Rocío hubiese iniciado un diálogo con Michaux no me sorprendió mucho. Lo que me sorprendió fue, más tarde, la tenacidad del asunto; cada vez que le preguntaba sobre el libro hacía comentarios que iban en el mismo sentido: «¡Tengo muchas cosas que aclarar con Michaux!» Hasta que terminó por confesarme que el ensayo había terminado por convertirse en novela.

                   Desde entonces han pasado cinco años, y aquí tenemos el resultado: una novela extraordinaria. Este libro será la gran novela ecuatoriana; representa el valor de las letras ecuatorianas; y será el espejo del país ante el mundo, el espejo del verdadero Ecuador.

                   Desde que Rocío Durán-Barba publicara su primera novela, París, sueño eterno, (Ici ou nulle part) supe que estaba frente a una novelista latinoamericana de primer orden. «Este libro», le dije, «siempre será tu referencia». Hoy puedo volver a sostener la idea en la medida en que ese libro llega a encarnar, con maestría, la época de fines del siglo XX, inicios del XXI. Es la novela que muchos escritores hubieran ambicionado escribir. Su estilo alucinado y alucinante sirve de base a una narración realista y fantástica, histórica y mágica, evocando nuestra modernidad desenfrenada llena de sorpresas y desmesuras.

                   Su segunda novela El Loco, tuve el gusto de prologar ya que volví a verme frente a una obra de peso. Es un digno eslabón dentro de la tradición latinoamericana de las novelas o sátiras políticas. En sus páginas descuella la fuerza de su escritura; pero, además, una valentía particular frente al escenario político ecuatoriano. Con esta novela me divertí mucho, sobre todo, en las ocasiones en que pude constatar que muchas de las páginas salían de una colección de artículos de prensa, cartas y comentarios históricos. El resultado fue un recuento fascinante del acontecer político que no ha dejado de sacudir a su país a través de la Historia.

                   Pero volvamos a la nueva novela de Rocío Durán-Barba. Ecuador, el velo se levanta, obra que reafirma su talento en tanto novelista, con su estilo único e inconfundible. En algunas entrevistas me he visto frente a la pregunta de saber en qué escritor o corriente se inspira, pues debo dejar en claro su originalidad. Ella no sigue a ninguno de los afamados escritores latinoamericanos ni se identifica con corriente alguna. Ese es uno de sus rasgos principales; el particular valor de su escritura.

                   La trama de esta novela es delirante. Se trata de un reencuentro con el autor de Ecuador, Henry Michaux, quien vuelve a la vida, de un modo muy particular, para convertirse en protagonista. El relato sirve a la autora no solo para rebatir el diario de viaje de Michaux, sino para hacernos descubrir el Ecuador de ayer y del presente como ella sabe hacerlo: con un arte narrativo lleno de sensibilidad e imaginación. En sus páginas desfila el Ecuador con sus paisajes andinos y marinos, ciudades, pueblos, comunidades indígenas, la selva; puntos históricos y leyendas. Y todo esto, al ritmo de capítulos sorpresivos, alucinantes, divertidos que, además, no dejan de lado la actualidad; esto es, ciertos problemas que tocan al mundo; y, en especial, a Ecuador.

                   Con este libro, bien puedo reafirmar que estamos frente a una de las más destacadas figuras de las letras latinoamericanas del presente; una de las más destacadas en el ámbito ecuatoriano, sin duda. Esta es la dimensión que le da cada una de sus novelas.

                   De otra parte, la poesía que trae esta novela, me lleva a hablar de ella en cuanto poeta. En su poesía hay un afán de búsqueda personal, de reconocimiento de sus raíces ecuatorianas; lo cual me permite considerar a Rocío Durán-Barba, de algún modo, como a una hija espiritual de Jorge Carrera Andrade, nada menos –así acabo de declarar en una entrevista en Radio Francia Internacional–. Pero con su propia poesía, no hay que pensar que se inspira ni sigue al afamado poeta; no. Los poemarios de Rocío Durán-Barba llevan su firma, son singulares; logran mantener un solo aliento a lo largo de las páginas para conformar una historia. Ella tiene su estilo, y en él no sobran ni faltan palabras. Su inspiración es personal, pura; y su trabajo, intenso e infatigable, el de un orfebre de las letras.

                   El público conoce hasta ahora dos poemarios excepcionales de la autora (París poema azul y Solo un viaje). Yo tengo el gusto de conocer, además, los poemas que han aparecido en algunas revistas; y, sobre todo, otros poemarios que aún no se han publicado: Ciudad-lago, que he traducido recientemente al francés; Nací en un cráter, poemario escogido, en junio del año 2006, por la Casa Internacional de Poetas y Escritores de Bretaña para ser estudiado por los talleres de traducción que dicha institución lleva adelante; y Lo Sagrado, parte del cual salió al aire en Quito, en el curso del año 2006, en la revista América. Ante su obra poética bien puedo afirmar que estamos frente a una gran figura del hacer poético ecuatoriano del presente.

    Para terminar, me gustaría felicitar a Ecuador, país que tantas veces he visitado y con el cual he mantenido una relación muy especial: Felicitaciones por este libro que rescata su imagen; felicitaciones por contar con la pluma de Rocío Durán-Barba, quien se ha convertido en una verdadera embajadora de las letras ecuatorianas.

    París, 2006

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