Vivimos un período marcado por numerosos signos de caos e incertidumbre. Así, las tensiones socioeconómicas, la inestabilidad política, la incesante amenaza del terrorismo y de corrientes extremistas. Así, las tragedias latinoamericanas, el populismo creciente, la crisis climática… Y, sobre todo, los numerosos conflictos beligerantes y geopolíticos, en particular la guerra en Ucrania y los movimientos migratorios incontrolados a través del mundo.
Estamos inmersos en un caos frente al cual perdemos el norte de forma alarmante. Es asfixiante la abrumadora mediatización instantánea de acontecimientos, particularmente de los más importantes. De donde es indispensable examinarlos detenidamente para identificar ante todo las “fake news” y clasificar de alguna manera los distintos tipos de información que nos invaden.
Nuestro mundo se mueve guiado por emociones selectivas. Hay países, inclusive continentes, que parecen escapar a la atención de los medios de comunicación. ¿Cuántos artículos y reportajes se han dedicado últimamente en Europa a la crisis política, económica y social de ciertos países de América Latina? Por ejemplo de Venezuela, Nicaragua… o de los países de África? Y esto, a pesar de la opinión de los especialistas según la cual, el futuro del mundo dependerá, en gran medida, de la evolución de los continentes latinoamericano y africano en el curso de las próximas décadas. Regiones que son, además, el punto de encuentro de las grandes potencias –como son China, Rusia y Estados Unidos–, en donde se libran a una verdadera batalla de influencias con el objeto de dominar el mundo.
Frente a este panorama cada vez más confuso en términos diplomáticos, económicos, financieros y sociales, muchas personas se hunden en el pesimismo pensando que no hay solución. Pero, como todos sabemos, la humanidad ha superado, a lo largo de la historia, muchos episodios que parecían insuperables.
Para lograrlo, cada uno debe actuar a su media y en su ámbito.
Como escritores, nosotros tenemos el deber de decir, de alzar la voz, de intentar trazar las líneas que puedan guiar una reflexión sobre estos problemas. De ahí la importancia de dar impulso a la organización de este tipo de reuniones, desde donde podemos significar un aporte en base a nuestro trabajo, nuestras ideas y análisis.
Como escritores, tenemos un papel que desempeñar ante el caos que reina en el mundo y ante el caos de nuestros propios países.
Debemos comprometernos. Desde ya, con la oportunidad de este encuentro, podemos, por ejemplo, evocar el gran lema que resume la historia de América Latina: “Resistir”. Lema que refleja el espíritu de nuestros pueblos a lo largo de la historia.
“Resistir”, idea que han susurrado, dicho y gritado las voces de los creadores, incluso en medio de las noches más oscuras.
“Resistir”, ese credo que han escrito los poetas, cantado los músicos, pintado los artistas, evocado los que trabajan inspirados por la Esperanza.
“Resistir” frente al caos del mundo.
“Resistir” para seguir adelante.
“Resistir” para reconstruir nuestros sueños.
“Resistir”!
Sólo las creaciones del espíritu nos salvarán y salvarán al mundo.
Rocío Durán-Barba