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“El Loco” descuella a la cabeza de una pirámide sustentada por decenas de personajes delirantes que se confunden con él y labran la ruina de una nación hasta llegar al año 2000. El relato está hecho sobre un fondo de veracidad innegable: la incapacidad de los gobernantes, la miopía de las élites dominantes, la proliferación de los desposeídos y de la miseria. Problemas comunes a muchos países a lo largo del planeta, en general; y en particular, a los que pasaron de un sistema colonial opresor y explotador a otro de igual o mayor opresión y explotación por parte de presidentes disfrazados de dictadores, y más bien de dictadores disfrazados de presidentes.
Rocío Durán-Barba reabre así algunos temas candentes que están vigentes en la actualidad: la permanencia de las dictaduras, la vocación al populismo en Latinoamérica, la extensión de la corrupción oficiosa y oficializada.
Pero si bien esta novela se basa en la historia real de un país latinoamericano, el escenario resulta ser aleatorio. En realidad podría tratarse de cualquier país que está o ha vivido en condiciones similares, lo cual da a la obra una innegable aspiración de universalidad.
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Esta novela no se alinea, sin embargo, con otras novelas que han tratado estos temas. No gira en torno a la opresión indígena; sino que denuncia la necesidad de oponerse al olvido del pasado. No está dedicada a las tradiciones folclóricas, leyendas o alucinaciones telúricas; está dedicada a criticar la ambición política, la permanencia del engaño, los negociados, la continua promesa de la “salvación del pueblo”. No es un relato en torno a la crueldad de célebres tiranos ni a la explotación de monopolios extranjeros, aunque necesariamente aparezca algo de esto y aquello. Es un cuadro sobre los vericuetos de a política y el existir estancado de un pueblo. Historia grave en este sentido, cuya fuerza pone en evidencia el lazo filiar que une la autora a la tragicomedia que escribe.
El escenario del relato puede ser reconocido, aunque a lo largo de las páginas no se mencione el nombre de país alguno. Así mismo, personajes y episodios que pueden parecer construcciones de la fantasía no lo son completamente. En su mayoría se basan en realidades colectadas por la autora.
Rocío Durán-Barba ha vivido en París por espacio de veinte años, pero ha regresado a visitar a los suyos dos a tres veces cada año, lo cual revela
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