DE UN ECUADOR A OTRO

pxRocío Durán-Barba, conocida escritora ecuatoriana, vuelve a traernos una apasionante novela con una trama sorprendente. Hace poco decía yo, en una intervención literaria, justamente esto: Ella nunca dejará de sorprendernos. Así lo demuestran sus libros tanto como sus presentaciones -su última lectura poética en París, en enero 2007, acompañada de música andina, dejó a la concurrencia asombrada.
pxEsta es una novela de cuya evolución soy testigo. Se originó, prácticamente, a través de las interminables conversaciones en que solíamos tocar el tema de su patria y sus intelectuales; ya que a través de los años conocí a muchos. Hablábamos especialmente sobre personajes como Alfredo Gangotena y su amigo Henry Michaux, cuyo libro Ecuador le valió fama mundial y se convirtió en la imagen del país por excelencia. Desde que apareció este diario de viaje, hablar del Ecuador era hablar del libro de Michaux; y la verdad es que se trata de un texto duro que corresponde a la pluma incisiva e implacable que caracterizó al autor; de donde se explica que sea percibido, por los ecuatorianos, como denigrante.



pxEl tema le interesaba tanto a Rocío que, un buen día, se dedicó a escribir una respuesta al libro de Michaux, cosa que nunca se había realizado. Cuando me entregó las primeras páginas, su ensayo en forma poética me subyugó, de modo que, enseguida empecé a traducirlo. Ya había trabajado así con otros escritores. Me causaba verdadera fascinación la pasión con la que se delineaba el trabajo. Rocío Durán-Barba no dejaba de traer, en versos, las figuras que maneja con maestría y le caracterizan: fascinantes, delirantes, increíbles e, inclusive, divertidas.
pxLa fuerza del ensayo me hacía pensar que si Henry Michaux hubiera estado en vida -quien, hay que recordar, es una de figuras relevantes de las letras francesas-, el enfrentamiento entre los dos escritores hubiese sido inolvidable: Ella lo hubiera encarado con la fuerza de su personalidad capaz de entrevistarse con personajes de gran talla -como bien ha demostrado en ciertos episodios tales como la entrevista a François Mitterrand, cuando el presidente se había transformado en un estilo de monarca francés.

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