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INTRODUCCIÓN

px Este año hubiera cumplido cien años de vida. Pero ya no se encuentra entre nosotros. Sin embargo, innumerables eventos se han organizado a lo largo del mundo para evocar su aniversario: Los cien años de su nacimiento en el seno de una familia modesta que llevaba el nombre de “Reyes”.
pxPalabra que quiere decir aquello que estaba destinado a ser: Rey. De aquellos que reinan. De aquellos a los que se mira-admira. De aquellos con los que se sueña. Sí. El chiquillo iba a convertirse en el rey de los poetas del siglo XX. El mejor de su generación y de su país. El mejor más allá de sus fronteras. Y hasta llegar a encarnar Latinoamérica. Levantar su voz. Traducir sus aspiraciones. Representar su lucha.
pxEn 2004 se celebrará su centenario a lo largo de los continentes. Sus poemas resonarán con furor. La magia de su pluma se manifestará hasta el infinito. Los comentarios literarios se multiplicarán.





Todo lo que se ha dicho se dirá-repetirá: El homenaje. La ovación académica. La memoria. Su memoria.
pxPor mi parte, en vez de emplearme en recordad-recitar su literatura, repetir la crítica sapiente, he buscado otro modo de celebrar su centenario. Me he empeñado en tratar de elucidar al otro Pablo Neruda: al hombre que fue. Y para ello, nada más acertado que tener el gusto de acercarme a una de las pocas personas que aún pueden hablar de él: Claude Couffon. Claude, quien fue su traductor y, sobre todo, su amigo durante muchos años. Durante los años a través de los cuales su obra proliferó. Su voz se extendió. Su vida se agitó-se-acabó.




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