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INTRODUCCIÓN


Por Por HERNÁN RODRÍGUEZ CASTELO

pxEn nuestros días de inicios de la era de Acuario, repletos de pantallas y tareas informáticas, se ha relegado la importancia de la lectura y, por esa vía, de la literatura en general. La prioridad tiene la imagen. La palabra se ha reducido, en mucho, a ser uno de sus medios de acompañamiento. No sin razón existe la opinión, muy extendida, de que la victoria de la imagen ha contribuido al actual proceso de instrumentalización del lenguaje y a una degradación de la escritura.
pxEn base a esta consideración, no he vacilado en recoger en este volumen comentarios, artículos publicados e intervenciones realizadas en algunos encuentros literarios en los que he tomado parte en París. Y esto tanto sobre libros que merecen atención como sobre ciertos fenómenos literarios dignos de miramiento.
pxEl punto común de estas páginas es la reflexión en torno al valor de la escritura. “Valor”, esto es ese carácter




que convierte a una obra en duradera a través del tiempo, y hace neta la distinción entre los que practican el arte de la palabra ser-viviente frente a los que —por adversidades del destino o fatal inclinación del negocio— se dedican a la fabricación del escrito vacuo.
pxSe trata de hacer valer la idea de que hay libros que son un tesoro. Un océano de magias. Que la escritura es capaz de ir y volver con verdades eternas. Que puede ser sueño aposteósico. Juego creativo. Dialogo incólume. Perfume secreto. La flor que despierta por efecto de un aura pensante. Un mensaje de sonoridades candentes. La idea que resplandece-ennoblece. Un pedazo de vida. El amigo más fiel, el que es correspondencia y no simple apariencia…Por algo decía el gran poeta metafósico Jean-Claude Renard: “Cuando pienso en todos los buenos libros que me quedan por leer, tengo la certeza de que volveré a ser feliz”.




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